Hubiese querido ir
a paisajes con arena,
olor a algas y sal
con el sol entre palmeras.
Hubiese querido ir
a paisajes de montaña,
buscar sendas entre riscos
y hacerme fotos con cabras.
Hubiese querido ir
a parques con monumentos,
con arcos de triunfo y lagos
entre turistas contentos.
Hubiese querido ir
a multitud de paisajes
pero me quedé con éste
habiendo hecho mi equipaje.
Y puede que mi paisaje
sea consciente de todo
porque ha hecho lo imposible
para mantenerse hermoso.
Se ha regado como hacía
un montón de primaveras
que no se regaba tanto,
en temporal y en tormenta.
Hasta se cubrió de blanco
en la víspera de abril
con lentos copos de nieve
brotando del cielo gris.
Se dio mil baños de sol,
se ha pintado de colores,
del rojo de la amapola
y todas las otras flores.
Cereales gigantescos
con un verdor que enamora
y ribazos con arbustos
con su minúscula flora.
Es año de monogamia
y lo sabe mi paisaje,
sabe que estaré con él
sin salir a otros parajes.
Y, al quererme complacer,
alegrar y deleitar,
se ha vestido de hermosura
como no lo hizo jamás.