Recuerdos de aulas y patios,
de pasillos con murales,
de gimnasio y espalderas
y actuaciones teatrales.
Tantas cosas aprendimos
y aun después de tantos años
innumerables lecciones
intactas las conservamos.
El templo de aprendizaje
donde pasamos la infancia,
sin ningún tipo de alarde
siempre estuvo a la vanguardia.
Cuando lo de reciclar
se hallaba en la prehistoria
con la operación papel
íbamos haciendo historia.
No había huerta ecológica
pero en el día del árbol
aprendimos a cuidar
el entorno y repoblarlo.
Practicamos un montón
de deportes diferentes
y al llegar las Olimpiadas
sobresalíamos siempre.
Infinitas las escenas
que quedan en el recuerdo:
los días de las vacunas
y la época en que el lechero
nos traía minibricks
y ardía la expectación
por conocer cada día
a qué tenía sabor.
Tardes de ajedrez y damas
en la sala audiovisual
y para clase de plástica
teníamos que comprar
las tablas que nos vendían
Pepe Zudaire o Fidel
y también Marcos Chocarro
nos cortaba en su taller.
Cuántas bromas se gastaron
con el mítico esqueleto
que había en el laboratorio
de mi querido colegio.
Siempre estuvo a la vanguardia
está y siempre lo estará,
porque ésa es su impronta,
su seña de identidad.