Pienso en aquellas parejas
que se unieron para siempre
cuyo vínculo mil veces
estuvo cerca de romperse.
Mas aquél, su primer beso,
aguantó las inclemencias
y a pesar de la erosión
encendido se conserva.
Entendieron que ese lazo
que les une para siempre
no debe estar siempre tenso
y hay que ser independientes
en planes, en amistades,
respetando cierto espacio
y volviendo siempre al nido
un poco antes del ocaso.
Dos vidas en paralelo
con puntos de convergencia,
respeto y mucho cariño
que dan esa permanencia.
Pero el destino no entiende
de acuerdos ni voluntades,
el destino es soberano
y tiene sus propios planes.
Y guardaba para ellos
una otra primera cita
después de un montón de lustros
sin nietos y sin visitas.
Sin otro plan que el de darse
compañía mutuamente,
sin otro plan que cuidarse
ni otro acuerdo que quererse.
Un destino caprichoso
por el entorno en que están
pero mientras no entre el virus
ésta es su oportunidad
de volver a conocerse,
de volver a enamorarse,
de volver a compartir
su destino en adelante.
Tal vez algunos lamenten
no haber estado más juntos
para haber logrado antes
poder llegar a este punto.
Mas no sirve lamentarse,
sólo sirve disfrutar
del destino que ha querido
volverlos a enamorar.