Su centro de gravedad
se halla próximo a la pista
y no sabemos si corre
o si tal vez se desliza

pero da la sensación
que en el momento en que sale
el balón ejecutado
tras producirse el remate

Gomi ya acabó su viaje
y, dispuesta en recepción,
queda esperando el momento
en que aterrice el balón

para subir con sus brazos
la esfera que ahora es aliada
y que su colocadora
alce al cielo la amenaza.

Un juego de extremidades
por etapas coordinado:
brazos haciendo palanca
y piernas que van volando.

Su juego de extremidades
es juego que se repite
pero su velocidad
en ningún tiempo remite.

Y así merma la esperanza
de quien vuelve a rematar
de creer que contra el suelo
su balón impactará.

Dedicado a María Antonia Gomila