Donde todo es una pista
en la que no corre viento,
donde no existen subidas
ni las treguas del descenso,
donde el cazador va oliendo
cada pieza del parqué
y el pedal rueda pensando
nuestro viento era él.
No dejaba de soplar
y se tornaba huracán
para conseguir los puntos
y volver a resoplar.
No dejaba de rodar
y su pie sólo bajaba
a la hora de colgarse
en su pecho la medalla.
(Dedicado a Joan Llaneras)