De casta le viene al galgo
y de casta le venía
a mi vecino Irigoyen
lo de la carnicería.
 
Ese templo de tocino,
de papada y de chistorra,
que después de merendarlos
te sentías en la gloria.
 
Los abuelos nos decían
que aquello era tan divino
que sólo sentaba bien
si se regaba con vino.
 
Seguro que el maridaje
no lo decían de coña
pero el mayor maridaje
fue el que tuvo con la Antonia.
 
Las manos de esa mujer
eran cosa de otro mundo
y degustabas la gloria
al masticar sus productos.
 
Ella ya alcanzó la gloria
y ahora la alcanzan sus hijos
siguiendo la tradición
con las recetas que hizo.
 
Infancia de la calle Yoldi
con un sabor de leyenda,
las cenas de huevo frito
con su chistorra rebuena
 
que desteñía su grasa
difuminada en aceite
tiñendo el borde del huevo
para causar el deleite
 
de la boca afortunada
con la barbilla aceitosa
que untaba el pan en la yema,
¡no existe mejor cosa!
 
Pero yo os digo, triperos,
que vendréis a la colina
para comprar la chistorra
que ha ganado la partida
 
no cometáis el error
de marcharos sin comprar
la joya de la corona,
ese salchichón cular,
 
que no ha ganado el concurso
porque no es una chistorra
y después ya me diréis
si no os sentís en la gloria.
Fotos: Carniceros Artesanos Irigoyen Martínez (en Facebook)