Azul es su sangre y su piel,
ésa que se transparenta
a la hora del relevo
saltando a la Romaleta.
Esa es su casa, su hogar,
su cabaña, su parcela,
es la tierra prometida
a la que siempre regresa.
Para cumplir su misión
que es la de estar disponible
por si en alguna ocasión
lo necesitara el míster.
Si, después de preparar
cada músculo de su cuerpo,
los huesos y los cartílagos,
los tendones y el cerebro
para servir a su equipo,
no lo estiman necesario
nunca se vuelve al banquillo
triste ni decepcionado.
Pues un día cogió el ego
y en los pinos lo enterró,
lo cubrió con musgo y pinocha
y olvidó la ubicación.
Él se vuelve satisfecho
y orgulloso de sí mismo
y se sienta en el banquillo
con los deberes cumplidos.
Se dejará la garganta
hasta que llegue el final
pues él tira de galones
a ambos lados de la cal.
Algún día su final
ha de llegar, bien seguro,
pero eso ahora no existe
pues no es real el futuro.
Y que nadie le recuerde
su edad ni le dé consejos
pues su reloj biológico
lo enterró junto a su ego.
A él tan sólo le importa
cumplir una nueva misión
de vivir otra temporada
como quiere su corazón.
Dedicado a Mikel Echevería «Txato»
Fotos: Mikel Echeverría (en Instagram)