Ráfagas que van llevando
el balón sobre la pista,
unas les infunden rayos
y otras se dejan la vida
cuando se lanzan con todo
por seguir en la partida
pero todo pinta oscuro
para el cuadro de Sevilla
que ve cómo las sentencias
van cayendo en contra suya
sufriendo la imprecisión
que golpea con su furia.
Y entonces llega el momento
de cambio de rotación
en que la meiga se queda
a solas con el balón.
El resto del mundo, ajeno,
sigue pensando en lo suyo,
segundos en que aprovecha
para lanzarle el conjuro.
Y, cuando le aseste el golpe,
volará como embrujado,
trayectorias endiabladas
que al suelo lo van llevando.
Los ánimos van cambiando,
vuelve la luz a las suyas,
son ahora las de enfrente
las que se sienten a oscuras.
Su míster pide una tregua
para detener la racha,
buscará remedios lógicos
pues desconoce la causa
que cambió los elementos
y el influjo del balón,
la maldición en su grupo
que dura una rotación.
Y, aunque ésta se termine
y enfrente no haya tinieblas,
volverán a recibir
los castigos de la meiga
que volará sin escoba
para impactar el balón
que se perderá de vista
cuando complete su acción.
Dedicado a Jimena Fernández Gayoso
Fotos: CV Esquimo Dos Hermanas
