Vino a hacer unos recaus
y, una vez que acabó todo,
se encontró la iglesia abierta
y entró pa’ rezar un poco.

Pero andaba alcahueteando
alguien que vio cómo entraba
y se fue corribandeando
para dar la voz de alarma.

“¡Seguro que hace algún chirgo!”,
como alma que lleva el diablo,
se fue corriendo la voz
y una cuadrilla juntaron.

Entraron y le arrearon
más palos que a una estera vieja,
que a un pandero en Navidad
y, con la samanta completa,

a alguien se le ocurrió preguntar
al pobre hombre quién era
y, cuando éste pudo hablar,
fue muy grande su sorpresa

cuando les dijo que era
el médico de Pradejón,
que quería ver la iglesia
y pedir alguna bendición.

Siempre habíamos oído:
“si vienen mil, quietos en Lerín”
y bien quietos se quedarán
si les tratamos así.

“Lerín, Lerín,
peñas altas, pueblo ruin”.
“Lerín, Lerán,
si no te joden, te joderán”.

Tal vez una rima de éstas
la hiciera el de Pradejón
pero, a pesar de la mala fama,
yo no le guardo rencor.

Foto superior: Diego Jiménez
Foto inferior: Agustín Garnica