Amanece antes que el día
y se viste de energía,
reconoce su pereza
y la encierra en su mesilla.
Piensa en si pasará frío
mientras despierta sus músculos,
los anima, los motiva,
los grandes y los minúsculos.
Abre la puerta y se lanza
guiada por las farolas,
sólo hay un tímido atisbo
de la luz del sol que asoma.
Siente el aire y su pureza,
casi le llega a embriagar,
dando zancadas más sueltas
y con más velocidad.
El paisaje va cambiando
en la tierra y el cielo,
que va vistiendo de luz
y color todo su cuerpo.
Ya se ha quitado el pijama
con la luna y las estrellas
y, jugando a los posados,
viste sus prendas de seda.
Un éxtasis de colores
que aparecen y se esfuman
mientras hace las delicias
de quien cada vez más suda.
Es posible que haya estampas
en que el cielo y el paisaje
combinen de tal manera
que le obliguen a pararse.
Y parará su cronómetro
pues la ocasión lo reclama,
espectáculo sublime
que reequilibra su alma.
Y tras cumplir el ritual,
reconquistará su ritmo,
para volver a su casa
con los deberes cumplidos.
Tras la ducha merecida
el más merecido almuerzo,
rematando ese placer
que volvió en la fase cero.
Foto superior: Iñaki Silveira (Valencia)
Foto inferior: Puri Martínez (Valle de Aranguren, Navarra)
que buena descripción de mis caminatas mañaneras
Me encanta!!!! A seguir disfrutándolas, Ana!!!!!