El menor de sus hermanos
llegó a ser rey de Israel,
se enfrentó con el gigante
Goliat y pudo con él.

Siglos después ha llegado
algo aún más diminuto,
invisible a nuestros ojos,
que va recorriendo el mundo.

Sin ningún tipo de armas,
dinero, tecnología
nos ha forzado a cambiar
todo de la noche al día.

Crepúsculo detenido.
¡Cuánto esperamos su ocaso!
Para que pase la noche
y en un día nuevo alzarnos.

Mas se encuentra detenido
y aún no es hora de dormir,
es hora de valorar
lo pequeño que hay en mí.

Esa flor que ya no corto,
esa hierba que no piso,
esa luz que ya no enciendo,
ese frasco que reciclo.

Esa caricia que doy,
la sonrisa que regalo,
un pequeño donativo,
una visita que hago.

¿No tienen ningún valor?
¿No van a cambiar a nadie?
¿No son más que una pelusa
a la que se lleva el aire?

Miro al cielo y sigue igual,
paralizado el crepúsculo,
hay quien sigue cuestionando
el poder de lo minúsculo.