Escenas inolvidables
que nos deja la ocasión
cuando el arte y el talento
actúan desde el balcón.

Los más íntimos vecinos
y los más desconocidos
disfrutan y se fusionan
con las palmas y estribillos.

Pero no sólo son éstos
los conciertos que se escuchan,
hay otros que disfrutamos
como no lo hicimos nunca.

Desde la misma ventana,
el intérprete ahora es otro
que canta sin un guión
y nadie le hace los coros.

Cuelga notas en el viento,
hace pausas por el vuelo
de sus alas y, de nuevo,
vuelve a cantar desde el suelo.

Un prodigio natural,
música en estado puro,
que recorre nuestros pueblos
sin obstáculo ninguno.

Llega el momento central
de la sesión matutina,
me resulta escaso el tiempo
de éxtasis de San Virila.

¡Oh, música celestial!
¡Cuánta creatividad!
No hay pisadas, no hay motores
que obliguen a su final.

A veces otro cantor
se incorpora en armonía,
a veces se hacen relevos,
nunca faltan melodías.

La furgoneta del pan
suena y me hace comprender
que no sólo de emociones
vive el hombre y la mujer.

Foto superior: Maialen Lecumberri Lanz
Foto inferior: José York