Pasan los días sumidos
en un estado imprevisto,
comprar el pan es viajar,
sacar al perro, un idilio.

Y ya puestos a vivir
el imprevisto absoluto
he empezado a buscar duendes
esperando ver alguno.

Los busco bajo la cama,
los busco en cada rincón,
detrás de todas las puertas
y en el bote del jabón.

Cuando subo la persiana
y me quedo a trabajar
paso un rato en la ventana
a ver si veo pasar

un centauro cabalgando
que pare junto a mi casa,
me deje montar en él,
abrazar su fuerte espalda.

Cerrar los ojos, correr
con unicornios al lado,
abrirlos y contemplar
cómo aterriza Pegaso.

Dudo que todo esto ocurra
mas lo de los duendes sí,
aunque no podamos verlos
ellos sí que están aquí.

Están en nuestros balcones
y hacen brotar la amistad
entre vecinos que nunca
se detenían a hablar.

Están en tu habitación
y te enseñan a tocar
un instrumento de música,
a pintar o dibujar.

Están en nuestros pequeños
que envían cartas de amor
a residencias de ancianos
llenándoles de ilusión.

Están en el que descubre
una nueva habilidad
que nunca quiso intentar
porque se sintió incapaz.

Busca porque hay muchos duendes,
en todas partes están,
aunque no llegues a verlos
podrás con ellos hablar.

Foto superior: Residencia Nuestra Señora del Pilar de Lerín
Foto inferior: Agustín Garnica