Vivimos en una época
en que nos gusta jugar
a que nos sentimos grandes,
sin querer nunca bajar

de esa nube de grandeza,
de esa falsa enormidad,
si logramos la conquista
buscaremos otra más.

Como dice Gabinete
son delirios de grandeza
pues en esa enormidad
llega la naturaleza

y nos pone en el lugar
que nos hace comprender
nuestra gran fragilidad,
nuestra enorme pequeñez.

Y a veces cuando me siento
tan frágil y tan pequeño
degustando mi derrota
siento un extraño consuelo.

Es tal vez porque me siento
del tamaño de los duendes
y puedo sentir su magia
a la altura de mi frente.

O tal vez es que he entendido,
libre de toda ambición,
que soy un ser muy pequeño
y evapora mi presión.

Pero en esa pequeñez
puede haber mucha grandeza
cuando todos, diminutos,
nos unimos en la fuerza.

Como el gol que marcó Iniesta,
sólo fue culminación
al esfuerzo colectivo,
no sólo en la selección.

No soy más que algo pequeño,
una minúscula piedra
más dentro de mi mosaico
soy indispensable pieza

para, en total armonía,
aportar mi mejor parte
y con el resto de trozos
hacer una obra de arte.

Luego llega la tormenta
y nos erosionará
mas si la obra está bien hecha
siempre permanecerá.

Fotos cedidas por Mitik Records y José Antonio García Sirvent