En la expresión de su rostro
está escrita su misión,
también su cuerpo está listo
para pasar a la acción.
Se coloca en el lugar
que ordena la rotación,
se mueve según el rumbo
que va llevando el balón.
Los dos quipos aprietan
se incrementa la tensión,
es la hora en que Villena
le dará fin a la acción.
Alguno de los dos ángeles
elevará la condena
y ascendiendo a las alturas
ejecuta la sentencia.
Un impacto contundente
lleva la bola al infierno,
que se pierde para siempre,
no queda ni su recuerdo.
Dedicado a Andrés Villena