Su mano roba el veneno
a la manzana podrida
y a la cocina les llega
jugosa y con la piel fina.
En un toque la devuelven
a su zona ya cortada
y sólo con sus dos manos
la convierte en mermelada
y en su punto ella la sirve
para que otra la deguste
y comparta su dulzura
con toda la muchedumbre.
(Dedicado a María Barrasa)