Aterrizó y le llevaron
a un puerto con pocas luces,
con silencios inquietantes
y sirenas en los cruces.
La misión es ir pasándose
entre los coches las joyas,
sin que las roben los malos,
dárselas a la señora.
Cada vez están más lejos
los coches de nuestro bando,
cada vez más enemigos
el mío están rodeando.
Ni siquiera puedo oír
a mi propio compatriota,
no sé quién lleva el botín
cuando veo a la señora.