Enero-Febrero 2014 027Saltas con él a la hierba,
él aprieta sus encías
para parar tus balones
con la tribuna vacía.

Tus centros desde la banda
son potenciales remates
inventados por el fútbol
que morirán en sus guantes.

Y cuando llega la hora
de que algo sea arbitrado,
él se mete en la caseta,
tú te sientas en el banco.

Ahora nadie te ve,
nadie sabe lo que sientes,
solamente tú posees
lo que pasa por tu mente.

(Dedicado a Asier Riesgo)