De lo más dentro de sí
brotaba su enorme fuerza,
a veces era salvaje
a veces algo más tierna
pues, al hacer su camino,
iba absorbiendo aquello
que encontraba a cada paso,
lo más duro y lo más bello.
Y hay quien dice que la ve
bailando todos los días
con sus dos ojos cerrados
a la luz de su mesita.
Y alguien dice todavía
que la escucha y reconoce
por sus feroces rugidos
en la más oscura noche.
Él es ella, ella es él,
pues después de tanto tiempo
no se sabe quién a quién
va sujetando en su vuelo.
(Dedicado a Dani Martín)