Siento que mis ojos brillan
como brillaban los tuyos,
siento que mi cuerpo tiembla
igual que temblaba el tuyo.
Siento que mi alma se encoge
como se encogió la tuya
y las piernas me traicionan
pues no vienen en mi ayuda.
¿Se te clavaron las tuyas
delante de San Ignacio
cuando lanzó su mensaje
a tu ser desorientado?
(A San Francisco Javier)